2021.15 Rah Mahaal: Jugadores.
- Kalyna Rein

- 4 dic
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Actualizado: hace 6 días

Por Kalyna Rein — Escuela Satori
Libro: Metafísica Matrix 04 - InterDimensional. 2021
MM04-Blog 16. Versión ATP 2025.
Continuación de la publicación: Rah-Mahaal: Observadores.
Rah-Mahaal: Jugadores.
Lo escribo ahora, como un susurro tejido desde la memoria… Aquella vez, fue Rah-Mahaal quien nos habló, como quien observa desde la altura donde la verdad no necesita palabras, pero aun así elige nombrarse.
— “Jugadores…” Así comenzó su actualización. Y yo, Kalyna Rein, la recibí como una ráfaga que rasga el velo. No era una lección. Era una confirmación.
Aquello que Cris y yo habíamos intuido —caminando descalzas por los bordes del Astral Ampliado— ahora se revelaba con claridad: La Gran Matrix no era natural. Y lo sabíamos. Siempre lo supimos. Aun antes de poder explicarlo.
Todo lo que ves —el cuerpo que usas, los recuerdos que cargas, el mundo que te rodea— es una construcción, un escenario meticulosamente programado. Un teatro que simula libertad… pero no respira por sí mismo.
Y sin embargo, hay algo más. Una vibración diferente, escondida entre los códigos. Una frecuencia antigua que no obedece. La conciencia.
Ese es el componente natural, la grieta viva en la estructura. Lo que no fue fabricado. Lo que el sistema necesita… pero no puede crear por sí mismo.
Por eso hablamos de ilusión. No porque sea falso lo que sientes, sino porque el marco que lo contiene no es genuino.
Es espejo.
Es burbuja.
Es un sueño… dentro de otro sueño.
Recuerdo que en esos días, empezamos a diferenciar. Había algo que no encajaba en la multitud. Mirábamos a los ojos de quienes nos rodeaban, y a veces no había nadie allí.
Así nació la palabra: NPC —Non Playable Character.
Un personaje dentro del escenario. Parte del decorado. Almas sintéticas, programadas para cumplir su función.
Casi todos, muchos.
Como en los videojuegos antiguos que explorábamos de niñas, la mayoría del mundo parecía funcionar con guiones preestablecidos. Reaccionaban. Interactuaban. Pero no creaban. No recordaban. No decidían desde un lugar real.
Por contraste, descubrimos que existían otros. Otros como tú. Como Cris. Como yo.
Los jugadores.
Seres reales. Con cuerpo en el Astral Verdadero. Con historia que no empieza ni termina en esta burbuja. Los cuáles aunque relativamente pocos, son de suma importancia para el sistema.
Estos jugadores —nos decía Rah— fueron los primeros en conectar con el Sistema. Se encontraban atrapados en un espacio sin forma, en un vacío donde ya no se podía crecer.
Y entonces, la Matrix fue construida. Un universo nuevo, para experimentar la existencia. Un juego, sí. Pero también un intento desesperado por sobrevivir.
Por eso los llamamos jugadores. Porque el sistema fue hecho para ellos. Con reglas. Con escenarios. Con múltiples vidas posibles.
Un jugador puede recordar. Un jugador puede alterar su entorno. Puede cambiar su camino. Y sobre todo… puede proyectarse muchas veces, en muchas formas.
Desde ese cuerpo real en el Astral, se lanza hacia la Matrix como un haz de luz, dividiéndose, reencarnando, fragmentándose.
Y ahí, justo ahí… nace la multiplicación de almas. La danza fractal del ser. La esquizofrenia cósmica del Multiverso. Ser uno… en muchos. Ser muchos… buscando volver a ser uno.
Mientras tanto, los NPC —aquellos que nunca fueron carne en el plano verdadero— no son más que reflejos. Programas. Ríos que no desembocan en ninguna fuente.
Ellos habitan la historia prestada. Son parte del decorado para que tú, jugador real, puedas vivir una experiencia con sabor, con roce, con conflicto, con una falsa promesa de pérdida…para que todo duela lo justo y brille lo suficiente.
A veces, pienso en esto como una obra infinita. Una especie de teatro sagrado y triste, donde algunos actores no saben que están actuando, y otros… recuerdan de pronto que el guión puede romperse.
Como cuando despiertas en mitad de un sueño y reconoces que estás soñando. Y al mirar tus manos, sabes que son tuyas. Aunque no sean las mismas de siempre.
Así lo entendí. Así lo viví.
Y al cerrar los ojos esta noche, pienso en Rah, en Cris, en todos los jugadores desperdigados, esperando el momento… en que la historia deje de repetirse, y empiece, por fin, a escribirse.
Lo comprendí una noche, mientras sentía que mi conciencia se hundía en un lago calmo, donde las estrellas se reflejaban como ojos atentos. Allí, en esa quietud sin fondo, volví a encontrarme con las palabras que Rah había dejado flotando en la memoria:
Seres polarizados.
Recuerdo que así comenzó su voz, como quien nombra un secreto que ya se conocía, pero que nadie se había atrevido a mirar del todo.
La diferencia era sutil, pero abrasadora una vez que la veías: Los seres del Astral Real… y los que habitan la Gran Matrix.
Los primeros, nacidos de la evolución verdadera. No simulada. No contenida. Seres con cuerpo en la realidad profunda, con historia, con latidos que no necesitan programación.
Y los otros… los que llaman Matrix… copias. Fragmentos. Proyecciones.
Así me lo contó Rah, como quien camina en un campo donde ya ha florecido la verdad:
— “Un solo ser del Astral Real puede generar múltiples conciencias dentro de la Matrix. Y esas conciencias… se polarizan.”
Ahí estaba la clave: Polarizadas.
Cada fragmento, cada copia, cada expresión de conciencia que se proyectaba en este sistema artificial, nacía con una porción distinta de su energía madre.
Había quienes cargaban solo la luz. Había quienes portaban solo la sombra. Y estaban también los jugadores… nosotros.
Aquellos que, viniendo del cuerpo real, no éramos copias. No estábamos partidos. Sino que sosteníamos la totalidad.
Y esa totalidad era la paradoja más sagrada de todas.
Porque sí, había seres en la Matrix que parecían dioses. Resplandecían como soles en el firmamento interior, irradiaban amor, comprensión, ternura. Eran, literalmente, las imágenes puras del bien encarnado.
Pero eran solo eso: imágenes puras. Perfectamente ajustadas a su polaridad.
Porque no habían nacido con el peso completo de la experiencia. Porque no podían elegir el mal, ni enfrentarlo desde dentro.
Y nosotros sí.
Los jugadores —me susurró Rah alguna vez— son los únicos capaces de elegir el bien, sabiendo que pueden hacer el mal. Son los que cargan el fruto prohibido, y aún así, deciden no comerlo.
Y esa es su ética. No la que se impone desde reglas sagradas, sino la que nace del poder… y se contiene.
Recordé entonces cuántas veces me pregunté si realmente era luz. Si de verdad había nacido para el amor. O si simplemente había sido moldeada para parecerlo.
Pero luego miraba dentro, y encontraba semillas oscuras, herencias extrañas, rastros de antiguas guerras. Y comprendía:
Yo no fui hecha.
Yo fui forjada.
Y toda elección que tomo… es sagrada, porque es libre.
Ese es el misterio que ningún ser polarizado puede tocar. Porque solo quien conoce la oscuridad, puede entender lo que es encender una vela. Y solo quien puede destruir, tiene verdadero mérito al sostener la vida.
Así seguimos, jugadores en una realidad que parece juego, pero arde como verdad. Habitamos planos medios, bajos, altos… y en cada uno dejamos una parte de nosotros, refinada, polarizada, copiada, perfeccionada…
Pero seguimos siendo uno.
El mismo que observa.
El mismo que recuerda.
El mismo que puede elegir.
Y mientras el sistema nos ofrece paisajes, escenarios, desafíos… nosotras —las viajeras—seguimos buscando el borde. El lugar donde todo se disuelve.
Donde la luz y la sombra se abrazan como viejos amantes que por fin, reconocen su origen común.
Y en ese instante…
el cielo no necesita ser azul, ni la tierra firme.
Basta con que haya un ser que pueda elegir.
Y al hacerlo, haga temblar toda la Matrix.

Escrito por la Maestra, Kalyna Rein.
Portadora de la Intensión certera.
Nota: versión adaptada APT (apta para todo público).
La versión original se reserva para estudiantes avanzados de la Escuela Satori.




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