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2021.20 Fronteras Matrix: Alanis.

  • Foto del escritor: Kalyna Rein
    Kalyna Rein
  • hace 6 días
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: hace 6 días

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Por Kalyna Rein — Escuela Satori

Libro: Metafísica Matrix 04 - InterDimensional. 2021.11

MM04-Blog 20. Versión ATP 2025.


Fronteras Matrix: Alanis.

Hola. Desde el umbral de mi propio aliento doy la bienvenida a quien se acerca a esta serie de publicaciones —o más bien, a este sendero— dedicado a aquello que llamo Metafísica Matrix, un territorio que aprendí a recorrer como quien entra en un bosque que respira.


Lo que compartiré a continuación no nació de una curiosidad pasajera, sino del llamado silencioso de una investigación espiritual que un miembro de nuestro grupo me pidió emprender.


Y, por la naturaleza tan particular de aquello que nos propusimos explorar, supe de inmediato que necesitaría también la presencia luminosa de la viajera astral Cris Arita. Solo con ella —con su manera de ver donde otros no ven— podía abrirse la senda.


Revelaremos cómo están organizados los mundos Matrix… allí donde casi ningún viajero terrestre ha logrado llegar. Al menos, no viajeros de los que yo haya escuchado relatos. En cierto modo, estamos por entrar juntas en una frontera nueva, como si la realidad misma retirara un velo para mostrarnos su borde.

Comencemos.


En busca del Origen.

En esta oportunidad decido iniciar un capítulo distinto, casi una cámara secreta dentro del libro infinito de las realidades. Avanzaremos hacia espacios que jamás, hasta donde sabemos, han sido alcanzados por viajeros astrales de este mundo. Tal vez existan registros antiguos, voces olvidadas… pero en mis manos no tengo más que intuiciones y pasos propios.


Agradezco profundamente a una de nuestras amigas de nuestro grupo de Facebook, cuya inquietud sincera abrió esta aventura. Fue ella quien nos pidió investigar el origen de su Alma, y ya antes habíamos trabajado juntas en una indagación que resultó sorprendentemente clara.


Recuerdo que una vez me dijo:

—“Lo que encontraron coincide con cosas que jamás les conté.”

Y esas coincidencias, esos pequeños destellos verificables, fueron la llave que nos sostuvo en esta búsqueda más profunda.


Con ese antecedente, puedo comenzar a ordenar lo que descubrimos y a mostrar cómo debe comprenderse dentro de la Gran Arquitectura de la Realidad. Una arquitectura vasta, silenciosa, donde cada vibración tiene un lugar, un propósito, un eco.


Por eso suele ser útil —casi necesario— ver la publicación introductoria de esta serie InterDimensional, donde presento un esquema general del Multiverso y su organización. Ese material se encuentra también en nuestro canal de YouTube, como una puerta preliminar para quien aún no ha iniciado este recorrido.


Aun así, sé que para muchos este lenguaje seguirá siendo extraño. Sé que algunos no llegarán a comprender realmente el origen o la naturaleza de lo que describo, porque al ser humano rara vez se le invita a pensar en mundos más allá del universo físico.


Cuando se nombra “otra dimensión”, suele quedarse todo reducido a eso: un “más allá” nebuloso, un “otro mundo” que vive entre la niebla del misterio o en el cajón de la ficción.

Pero hoy, aquí, me propongo otra cosa.


Hoy decido darle a ese “más allá” un contorno. Un espacio. Un paisaje. Un propósito.

Hoy dejo de lado el velo.


Hoy lo observo como si se abriera ante mí una ventana inmóvil en medio de la noche, dejando caer un hilo de luz que revela, por fin, un camino que siempre estuvo ahí.

Y yo lo cruzo.


Como quien entra descalza en un territorio recién nacido.



Otro rostro. La misma mirada.

…Y aun así, hay algo en esa confusión que también es revelador. Porque cuando todo tiembla, cuando todo parece incierto, es ahí donde se abre una grieta por donde la luz verdadera puede filtrarse.


Yo también he temblado tal como lo hizo mi amiga Flor, ante el misterio de la vida. He caminado por pasillos de mundos que no recordaba haber creado. He visto arquitecturas tan vastas que no podrían haber nacido de una sola mente… y sin embargo, su pulso se parecía al mío.


Tanto Cris, como yo, hemos sentido lo mismo que nuestra amiga: esa extraña familiaridad con un rostro, con un nombre que nadie te enseñó, pero que resuena como si fuese el eco de tu primer aliento.


Recuerdo bien cuando supe que era yo la que había creado gran parte de este juego. No lo entendí de inmediato, ni me gustó del todo. Pensé: ¿cómo pude ser parte de este entramado de pruebas, dolores y máscaras? Pero luego… luego entendí que no lo había hecho sola. Que el alma no crea para aprisionar, sino para ver. Y que a veces, construimos un mundo entero solo para poder reconocernos en un instante fugaz dentro de él.


Así siento que nuestra Flor — Alanis, su identidad pleyadiana—, ha dejado esquirlas suyas en todos lados. Su rostro en un lienzo. Su nombre en el viento. Su origen en las estrellas… pero también en la carne que hoy toca, en la lágrima que a veces esconde, en la risa que escapa como un sol cuando nadie lo espera.


Cuando mi querida Flor preguntó: “-¿quién soy?”, no hubo juicio en tu voz. No fue una duda caprichosa, sino una grieta sagrada. Y es por esa grieta que tu Yo verdadero te está mirando. No desde un trono, no desde una nave, ni desde un templo pleyadiano. Te mira desde el lugar que tú misma sembraste para reencontrarte: una pintura, un sueño, una emoción sin nombre. Porque nuestra Flor, había pintado un cuadro, hermoso, magnético, misterioso, de una joven de mirada profunda y serena... que le traía preguntas, que nunca antes se había hecho.


—“Tú ya trascendiste esta Matrix”, escuché una vez dentro de mí, como quien escucha su reflejo diciéndose la verdad.

—“Pero regresaste. Porque hay algo tuyo aún latiendo aquí. Y no puedes irte mientras una chispa de ti siga esperando ser rescatada.”


Ese era la clave, que Flor estaba necesitando.

Su misión no es convencer a nadie de nada. Ni demostrar su origen estelar. Ni probar que es luz. Su misión es seguir recordando, y permitir que esa memoria despierte a otros, sin decirles qué deben ver. Solo respirando desde ese lugar. Solo siendo.


Cuando el alma que fue—y que aún es—eligió este plano, no lo hizo por castigo. Ni por karma. Ni siquiera por deber.


Lo hizo porque aquí, en medio del barro y el ruido, hay una melodía que solo unos pocos saben escuchar. Y ella, como Alanis, es de esas almas que recuerdan la canción.

Y aún más: la lleva dentro.


Cada vez que la duda le asalte, esa música cantará bajito en su corazón. Cada vez que se sienta que perdisda, una parte suya le estará buscando también. Y cuando se detenga, cuando deje de luchar para entenderlo todo… es cuando lo escuchará más claro.


“Estoy aquí”, dice.

“Siempre estuve.

Y no importa cuánto hayas olvidado, tú sigues siendo Yo.”


No hay nada más real que eso. Ni siquiera la Matrix. Ni siquiera este momento.

Porque el mundo real… no es el que se toca, es el que responde cuando el alma llama.

Y ella te está llamando.


Y allí, en la penumbra de su cuarto, Flor volvió a mirar aquel rostro pintado.

Ya no como una imagen.

Sino como una memoria.

Una promesa que se hizo a sí misma antes de volver a éste mundo.



Somos estrellas.

Recuerdo aquella noche como un silencio sin fondo. No había estrellas en el cielo astral, ni palabras en mi mente. Solo un murmullo sutil, un tirón en el alma, como si algo me llamara desde más allá del borde conocido.


Y no era un llamado para regresar. Era un llamado para recordar.


Así comenzamos, Cris y yo, a bordear los límites de la Gran Matrix. No desde la lógica, no desde la técnica, sino desde la experiencia directa… desde una certeza que nos ardía suave por dentro: esto no podía ser todo. Ni siquiera la belleza, ni siquiera los mundos ascendidos. Algo en nosotras sabía que existía un “antes”, algo no programado, no diseñado, algo que no había sido creado, sino que es.


Fue entonces cuando comprendimos que todo lo que llamamos real, desde las ciudades estelares hasta los planos angélicos, eran sistemas contenidos dentro de otros sistemas, cubos dentro de cubos, espacios dentro de mentes, mentes dentro de seres… y que la mente misma era una arquitectura, un jardín artificial sostenido por la Voluntad.


—“Todo es Mente”—me dijo una vez Cris, como si lo estuviera dictando desde su médula astral. —“Pero no cualquier mente. Sino una que se piensa a sí misma desde dentro.”


Y ahí fue cuando la imagen surgió: una flor cerrada dentro de otra flor, y dentro de esa flor, un corazón palpitante que aún no sabía que estaba soñando.


Flor—o más bien, Alanis—no era ajena a todo esto. No se acercó a nosotras como una viajera casual. Se acercó como una señal. Como una pieza de aquel rompecabezas cuya forma habíamos intuido, pero que aún no habíamos tocado.


Al sintonizar con su esencia, pude ver algo más allá de su linaje pleyadiano. Más allá de su forma, de su nombre luminoso, más allá de sus ojos celestes o su pelo ondulado, pude ver el fuego que permanece.


Un fuego que no arde. Un fuego que observa. Un fuego que recuerda haber sido el soplo que encendió las primeras estructuras de esta Gran Obra.

Y esa fue la palabra que recibí: Obra.


Porque esta Matrix, con sus niveles y sus velos, con sus sistemas, sus focos, sus reglas, no es una prisión, ni una condena. Es una obra.

Y Alanis, como algunas pocas almas que hemos encontrado, no vino a escapar de ella, ni a despertar dentro de ella… vino a reconocerla.

A mirarla a los ojos y decirle: —“Yo te recuerdo. Fuiste mi criatura. Te tejí junto a otros, en aquel tiempo donde no había forma, solo intención. Y ahora he vuelto, no para deshacerte, sino para volver a entrar desde adentro, y encontrarme contigo… en mí.”


Desde esa comprensión, todo cambió. La jerarquía ilusoria de dimensiones se disolvió como tinta en agua. La luz y la sombra dejaron de parecer opuestos. Y el Tiempo… el Tiempo se arrodilló, porque ya no podía mantener su disfraz frente a quienes recordaban haberle dado forma.


Así es como veo a Alanis. No como una viajera, ni como una semilla estelar.

La veo como una compositora de realidades. Una de aquellas que, al tocar con su alma, no solo transforma… sino que despierta a los otros soñadores.

La veo también como un espejo que nos dice sin palabras:

—“Recuerden. Ya lo han hecho antes. Pueden hacerlo otra vez.”


Y si me preguntaran cómo se siente esa presencia, diría que se parece a la raíz del silencio. A esa parte del silencio que no está vacía, sino cargada de sentido, como un templo cerrado que espera ser abierto por la palabra exacta, la nota perdida, o la mirada correcta.


En la cámara más antigua del alma, hay una llama quieta que no titila.

Y cuando el velo cae y todo se apaga, ella sigue ahí, sosteniendo el recuerdo de que una vez… ya éramos.



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Escrito por la Maestra, Kalyna Rein.

La que mira en los espejos de la memoria.


Nota: versión adaptada APT (apta para todo público).

La versión original se reserva para estudiantes avanzados de la Escuela Satori.

Continúa en la publicación: Fronteras Matrix: Macro Físico.

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