La Batalla más Grande.
- Adam Rein
- 16 nov 2024
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 11 jun

Publicada: 2023 09 26.
La batalla más grande de todas.
La historia de la humanidad es, sin lugar a dudas, la historia de una raza épica. Los humanos tenemos alma de exploradores, guerreros, paladines, magos, genios. Nuestra historia es más extensa y asombrosa de lo que cualquier terrestre pueda imaginar.
Pero también es una historia de grandes tragedias y catástrofes, de muerte y destrucción.
Sin embargo, es ese espíritu inmortal, ese sentido innato de justicia y su búsqueda constante de la verdad que le hace levantarse una vez tras otra. No nos importa lo que se nos presente. No nos importa lo que se nos oponga. Lucharemos contra ello, de todas las maneras posibles. Porque luchamos para preservar la luz, la vida y la dignidad. Luchamos por nuestra especie, por nuestra historia, por nuestro derecho a crear y preservar mundos a la medida de nuestra conciencia. Porque luchamos por proteger a otras especies que reclaman el mismo derecho.
La historia humana abarca miles de mundos, galaxias, universos, en toda clase de escenarios de realidad. Hemos sido probados hasta lo más extremo, hasta lo último. Y aquí estamos. Nuestra presencia en este mundo no es fortuita ni casual. Es consecuencia de todo lo que hemos hecho y vivido.
Solo mencionaré lo que considero, son aspectos importantes para que recordemos todo lo que hemos pasado hasta llegar aquí. Pues lo humano ha podido superar los abismos más oscuros en los que cayó. Abismos donde su humanidad se fue perdiendo, quedando solo datos y metal. Una espiritualidad digital, donde su trascendencia había perdido sentido.
Pero, como dijimos muchas veces, la chispa divina existe como una semilla, imposible de remover, anclada en la esencia de su ser. La que eventualmente le permitió ascender hacia lo alto, hacia la iluminación a medida que recuperaba su magia, su humanidad. El ser humano es mágico.
El ser humano es raza de dioses. Creador de vida, mundos, realidades. Y es en esta experiencia mágica que sus mundos fueron invadidos, contaminados por otros sistemas de realidad corrompidos, bizarros, y el mal rompió el equilibrio una vez más. El tiempo no existe. Y en esta verdad, todo lo que se manifiesta lo hace aquí y ahora. Ya he explicado cómo esto resulta. No lo volveré a hacer.
Pero en este gran presente, y con la invasión de la realidad demoníaca, algunas cosas deben ser mencionadas. Lo que nos parece una guerra sin fin y sin treguas dio en esa invasión inicio. Ese eterno antagonismo entre dos especies y maneras de existir, la reptil y la humana. Guerra que es interdimensional, donde los planos inferiores fueron ocupados por estas especies regresivas, y los planos superiores por las humanas y positivas. Este ordenamiento del multiverso también se vio reflejado en la forma en que los distintos mundos de nuestra galaxia se organizaban. Mostrándose en la práctica, que el imperio reptil tenía la ventaja de su desinterés por la vida de otras especies, por los derechos de otros y por el desprecio o desconocimiento de las emociones, de las cuales prácticamente carecen o tienen mayormente negadas.
Por otro lado, la especie humana siempre ha tenido en su ética y emociones, una clara barrera. No solo para la aplicación de estrategias o soluciones, sino por causa de su empatía hacia otras especies o pueblos, por los cuales ha tenido que rendirse, a fin de que no sean destruidos como botín de guerra. Y esta es una clara diferencia entre las fuerzas demoníacas y las humanas. Los demonios desprecian la vida. Su tendencia es la conquista y la destrucción. De nada les importa destruir un mundo o varios antes que perderlos o ceder ante sus enemigos. Es esta clara política del terror la que les ha permitido avanzar tanto en sus conquistas y logros.
Nuestro sistema solar, aunque casi perdido en las fronteras de nuestra galaxia, no ha quedado por fuera de este gran conflicto. De hecho, la guerra tuvo su punto culminante en estas regiones, cuando el gran planeta Marte y las civilizaciones rebeldes al imperio fueron arrasados hasta las cenizas en solo un día. Ese golpe fue tan grande y traumático que toda la guerra se detuvo en esta región de la galaxia. Entrando en lo que conocimos como tregua entre la federación y el imperio. Con el añadido de que los supervivientes que lograron apenas escapar de esa repentina catástrofe pasaron a ser prisioneros de guerra en la Tierra.
Pero los humanos somos tenaces, persistentes, indómitos y nos revelamos vez tras vez. Aún luego de otros golpes brutales, como la desaparición de varias civilizaciones como la Antártica. Reseteos productos del avance humano o su rebelión contra el pesado yugo regresivo. Y nuestra memoria también ha sido víctima de ataque y manipulación maligna. Nuestra misma alma intervenida, parasitada y mutilada. Porque los regresivos nos temen, aún prisioneros, aún de rodillas. Porque cuando menos lo esperan, nos levantamos una vez más, para luchar. No todos los pueblos humanos han corrido la misma suerte, ni todos han llegado a esta prisión por los mismos motivos. Nuestras conciencias tienen sus diferentes historias, sus diferentes ánimos, sus diferentes fortalezas y virtudes, sus diferentes debilidades y vicios.
Esto el enemigo lo sabe muy bien. Por ello inculca entre nosotros las diferencias y el desprecio. El rechazo, para que no nos unamos como especie. Y mucho menos para que nos libremos de las trampas que anulan nuestro poder divino y nuestra memoria ancestral. El enemigo es astuto por demás. Sabe cómo doblegar mundos, tiene experiencia. Pero nosotros siempre elegiremos persistir. Es por eso que el maligno no se presenta de frente ante nosotros. Usa sirvientes, lacayos, cómplices, para supervisar y controlar a sus prisioneros. Es por esta razón que siempre ha encontrado maneras de abducir o seducir a grupos humanos que sucumben a sus tentaciones para traicionar a sus hermanos. Pues en última instancia nos pone a luchar entre nosotros entre traidores y esclavos. Pero ellos siempre están fuera de la ecuación, impunes y lesos. Pero es tiempo de romper su cobarde estrategia de una vez por todas.
No subestimamos a nuestro enemigo. Sabemos de lo que son capaces. Su imperio de terror lo hemos visto en nuestra historia reciente, en la cruel conquista de las Américas, en la barbarie de la Edad Media, en los bombardeos incendiarios de Dresde, en las bombas atómicas arrojadas sin motivos estratégicos, sino como castigo al levantamiento de la raza humana contra su yugo de hierro, lo vimos en Medio Oriente, lo vimos en la brutal cortina de hierro, lo vemos en sus organizaciones tiránicas financieras, en su tranchumanismo, lo vemos en sus fábricas de venenos que luego inyectan por la fuerza en ancianos, niños y en todo el mundo, lo vemos en su descarada exhibición de la pedofilia, la miseria, el arte basura y bizarro, en la expansión de la drogadicción, en la destrucción de la familia, en la ignorancia predicada en escuelas y laboratorios, en los pastores y profetas adoradores de mitos malignos, conocemos cómo son y lo que desean hacer con nuestra raza, con nuestra especie.
No lo subestimamos. Y por ello, debemos estar mejor preparados que nunca. Porque les hemos vencido en muchas ocasiones, al grado, de hacerlos escapar de un mundo a otro. Lo sé, no lo dicen los contactados, no lo dicen los historiadores, porque solo escuchamos los argumentos creados en los mundos vencidos.
Nosotras, como representantes de lo humano, como mensajeras venidas de lo alto, conociendo lo que está dentro y fuera de esta realidad, les aseguramos que la raza humana ha vencido muchas veces, y nuestra victoria es la final.
Nuestro poder es de otro nivel, nuestro poder se encuentra en nuestra naturaleza, en nuestro origen, en nuestra divinidad. Y contra ella, ninguna especie regresiva, por más tecnología que posea, podrá resistirla. Todos los que junto con nosotras han venido a este tiempo, a este mundo, a esta línea temporal, lo han hecho porque son guerreros, magos, sanadores, dioses. Porque no le dejaremos al maligno, mundo en el cual reposar ni disfrutar de su maldad.
Y porque en definitivas, no gozamos con la muerte ni la destrucción, nuestros enemigos tienen la opción de sanar y cambiar su naturaleza, o dejar de existir en nuestra realidad. Pero si eligen lo último, tienen que recordar que estos sistemas Matrix ahora son nuestros, y están bajo nuestro control. Son territorio humano y bajo la supervisión divina.
Así que con toda confianza les decimos a todos los que tienen luz en su alma, alzad vuestras voces, vuestros brazos, y presentad batalla en todo lugar y en la forma que sea, porque la victoria es nuestra, así como el honor de luchar por ella.
Gracias por estar a nuestro lado.
Con amor, vuestra Maestra Satori, Kalyna Rein.
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